martes, 27 de octubre de 2009

esperando el maná

Hoy martes 27 de octubre es la víspera de la aparición del maná para nuestro equipo de fútbol capitalino. No sé muy bien si es la comparación más apropiada, o si lo que está por venir mañana se asemeja más al milagro de la conversión del agua en vino citado en la Biblia, en la que el agua serían los jugadores del Barcelona y Barcelona B que jugarán mañana en el Amilivia y el vino, la transformación de éstos en euros sirvientes para pagar parte de las muchas deudas del club.

Sea como fuere, esta competición que es la Copa del Rey se está convirtiendo desde hace unos años en la tabla de salvación de las cuentas anuales de los modestos de nuestro fútbol. Y este año la lotería le tocó a la cultural en forma de camiseta azulgrana pululando por el césped del Amilivia.

Llama la atención cuán diferente es la visita de mañana dependiendo del punto de vista desde el que se mire. Para los aficionados, el placer de poder ver a uno de los dos grandes del fútbol español desde el año 1954, año en el que en España no había ni pantanos. Para los directivos del club, la manera más fácil de ingresar dinero sin rogatorios, sin aplazamientos y en efectivo. Para los políticos y autoridades que estarán en el palco del estadio, los cuales, la mayoría, ni pisan el estadio desde su inauguración, una espléndida ocasión de relacionarse y hacerse una foto en el palco más importante de la historia del club. Ni más ni menos que el rey del talante será el que presida el choque. Allí estarán todos los de la rosa y alguna gaviota a la que le guste el fútbol.

ah! y también estará el follonero, en la que estoy seguro será la aprte más divertida de la visita del club barcelonés. Lástima que esta retransmisión no vaya a ser llevada a cabo por Montes...

El caso es que mañana León será un hervidero de personas que probablemente no vuelvan a pisar por aquí en bastante tiempo, salvo Z, que ya tiene su parcelita para su retiro dorado como miembro del Consejo de Estado. El resultado, lo de menos, no por imprevisible, sino porque a nadie le importa.

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